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Periódicamente, me topo con la policía. Pero que nadie se asuste. No soy un delincuente, sino, tal vez, algo delicuescente. ¿De qué policía hablo cuando hablo de la policía? Pues está claro: de The Police. Una policía que se esfuma y reaparece, que se adapta a los cambios como nadie, a la edad, qué casualidad, como nosotros. Porque Police vienen desde los 20 recién cumplidos y no pasan, no se extinguen. Caen de los altavoces de cualquier establecimiento comercial cuando menos lo esperas. Están integrados, como tantas otras cosas, como todos nosotros, al fin. Police surgió en 1978 y eran la vanguardia del pop que se empezaba a distinguir del punk. Y sus canciones nos volvían locos, alimentaban nuestros sueños más salvajes, rabiosos y juveniles. Eran auténticos.
“Ahí estaba Next to you la mejor declaración de intenciones de un grupo como apertura de la cara A de su primer disco, Outlandos D’Amour. Y seguían otros monumentos del rock and roll: Roxannne, So lonely, Hole in my life, Can’t stand losing you. Luego vendrían el Walking on the moon y el Message in a bottle de su segundo disco Regatta de Blanc para dejarnos turulatos.”
En 1983 salió a la luz un temazo de los que te atan a la tierra: Every breath that you take nos dejó clavados — TÍo, ¿has oído a Police? ¿No los conoces? — aún recuerdo la pregunta de mi amado Roberto, siempre en la vanguardia, siempre en la proa, siempre amable y encantador.
Llegó Next to you la mejor declaración de intenciones de un grupo como apertura de la cara A de su primer disco, Outlandos D’Amour. Le seguirían otros monumentos del rock and roll: Roxannne, So lonely, Hole in my life, Can’t stand losing you. Y luego vendrían el Walking on the moon y el Message in a bottle de su segundo disco Regatta de Blanc para dejarnos turulatos. Después dos discos más: Zenyatta Mondatta y Ghost in the machine, cambiando de tercio, con algunos temas destacados y otros mucho más discretos, menos afilados o, simplemente, vulgares. Nosotros ya teníamos 22, 23 años. En 1983 llegó un temazo de los que te atan a la tierra: Every breath that you take que nos dejó clavados cuando mirábamos ya, al desamor y al futuro incierto, que venían de la mano.
En la secuencia de las canciones del disco, Every breath rompía la atmósfera, pedía atención desde el primer golpe en la caja de Stewart Copeland, para marcar un tempo perfecto, de grupo que está escribiendo desde la cima de la despedida. No hay márquetin que funcione si no hay producto, y aquí lo había.
Además, un éxito universal no se improvisa. Sting enamoraba como nunca, cinco años y cinco discos después. Police se desintegraba, pero, como Los Beatles, lo hacía para vivir para siempre. Los perseguí, pero no los vi nunca. La única vez que vinieron a Madrid, yo estaba en la mili, mi vida cambiaba, todo se desvanecía, los sueños de la primerísima juventud, el aporreo de la realidad a la puerta, Tea in the Sahara with you. Las palabras se prolongan hasta el fade out. Así acaba el disco, la secuencia medida del mensaje de despedida, nebulosa banda sonora del adiós a tantas cosas de aquel tiempo.
—¡Police se separan! —Qué putada, Roberto. Y ahora qué vamos a hacer.
¿Por qué también vosotros? Para preservar la esencia del rock and roll y de lo auténtico, que arrancaba con un temerario Next to you (All I want is to be next to you, vaya descarga natural de rock and roll, perfecta para abrir fiestas salvajes, al aire libre, cuando asomaba el verano) y decía adiós con un té en el Sáhara, una historia hermosísima y críptica. Adiós, Police.
Pero no se fueron para siempre. Como decía al principio. De vez en cuando me piden los papeles. Ayer mismo, en una tienda de moda joven a la que acompañaba a mi dulce esposa, de compras de navidad para mi hija, se descolgaron de los altavoces y me pidieron la documentación: Every breath that you take. Todo el mundo siguió comprando a gusto, que es lo que se pretende. Todos menos yo. De golpe volví a todo aquello, a recorrer cada estrofa, sus inflexiones, el estribillo, el puente, la batería única de Stewart Copeland, la voz de Sting convertida en glóbulos rojos circulando por nuestras venas, la canción perfecta para perdurar. Regresé a la hermosa y bulliciosa primera juventud, al concierto al que no pude ir. Saqué mi DNI y se lo entregué a los agentes. Me identificaron sin problema, a pesar de la foto. Era yo, evolucionado.
—Puede seguir, caballero. Por cierto, tiene el carnet caducado.
—Es verdad. Me caducó hace dos meses.
—Yo creo que algo más que eso, pero no importa. Se le reconoce perfectamente en la foto. Como compensación, podría explicar a su hija quiénes fuimos nosotros.
—¿Vds?
—Sí, nosotros: The Police. Adiós, caballero. Que tenga un buen día.