Hace unos años, uno de nuestros maestros del cine de terror, Jaume Balaguero, dirigió una magnífica película, Mientras Duermes, en la que Luis Tosar encarnaba el mal inmerso en nuestro entorno cotidiano. Ese hombre, capaz de hacer daño sólo por el placer de hacerlo, era el portero de un edificio residencial. Probablemente, lo más aterrador de la historia era pensar lo cerca que podía estar de cualquiera de nosotros un personaje similar, con presencia constante en nuestro día a día, y hasta qué punto podía interferir en nuestras vidas.

Acaba de estrenarse en Disney + una serie argentina titulada El Encargado, con una base similar. Aquí el protagonista no tiene tanto interés por hacer el mal como por salvar su posición y que esta sea lo más rentable posible. Acostumbrado a recolectar y almacenar de una forma enfermiza toda la información correspondiente a los habitantes de su edificio, no dudará en utilizarla, con sofisticadas técnicas de manipulación, ante un posible contratiempo. Pero, aunque lleguemos a empatizar con él, con su simpatía y la soberbia de sus enemigos, todos somos conscientes de que su sonrisa esconde una mente bastante perversa y que no dudaría en acabar con cualquiera si eso fuese necesario.

La primera temporada consta de diez capítulos de media hora, y son suficientes para que nos hagamos a este microcosmos y a la corriente subterránea que lo oscurece. Resulta muy muy entretenida. Pero, personalmente, creo que hay mucho más.

Como he dicho al principio, cuando el enemigo está tan cerca y no lo reconocemos, todo da más miedo. Pero además ¿no podría ser que estas historias en apariencia ligeras fuesen un recordatorio superficial del peligro de la lucha de clases? ¿no nos hemos sentido alguna vez merecedores de una venganza? Pues a lo mejor resulta que los vengadores están mucho más cerca de lo que pensamos.

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