Fue la mano de Dios

Santiago Quiroga

11/03/2022

VACUNA

No soy futbolero. Nada. Creo que jamás he visto un partido entero. Y sin embargo, sí me interesa aquello en lo que se convierten algunos de sus personajes. Son referencias que se quedan ancladas en la historia de muchos jóvenes, capaces de morir por ver a sus ídolos. Me da igual que sean deportistas, escritores, cantantes…. Creo que es muy sano tener nuestra propia mitología.

Si escuchamos la frase “Fue la mano de Dios”, todos pensamos en Maradona y su mítico gol en el Mundial de México 86. Por entonces jugaba en el Nápoles. Para esa ciudad italiana, con un equipo que hasta entonces era bastante flojo, la llegada del argentino fue un sueño. Y sobre ese sueño, como referencia de tantos en esos años entre la infancia y la madurez, está construida esta hermosísima película.

Qué gozada esa primera parte donde conocemos a Fabietto, el protagonista, un joven un poco desubicado, también a su fantástica familia. Paolo Sorrentino, que había deslumbrado con La Gran Belleza, está aquí más Fellini que nunca y nos cuenta su propio Amarcord, los recuerdos de una infancia brillante y barroca.

Es cierto que en su mitad la historia se parte en dos, que nos habla de la vida y en la vida también tiene cabida la muerte, pero dependiendo de la carga de amor y alegría que nos hayan proporcionado hasta entonces, tendremos herramientas para afrontarla.

Ni siquiera en su parte más oscura, la película pierde su magia, esa capacidad para convertir la realidad en algo mucho más amplio, sólo con acercarnos de una forma diferente. Sorrentino tiene la mirada de los payasos, de los genios locos, de los amantes felices. De los niños.

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‘Fue la mano de Dios’ es una película excesiva, emocionante, un regalo escrito y realizado desde el corazón, que es lo que pasa cuando un artista es generoso con su propia experiencia.