Acababa de llegar a Madrid con dieciocho años cuando Wim Wenders ganó la Palma de Oro de Cannes con París Texas. Fue una de mis primeras incursiones en lo que entonces se llamaba cine de autor y me quedé fascinado con esa historia de amor desesperada y que renunciaba al final feliz. Creo que esta película fue entonces una de las culpables de que empezase a buscar en las pantallas algo más que entretenimiento.
Años después, viviendo en Londres y en una tarde de lluvia y, no recuerdo por qué, cierta melancolía, decidí pasar el tiempo viendo una película recién estrenada entonces, Cielo sobre Berlín. Aquí el director alemán, en un precioso blanco y negro, nos hablaba de nuevo de la importancia del amor, pero también de las posibilidades de que nuestro entorno cotidiano fuese un lugar mágico e inabarcable. Creo que cuando salí seguía lloviendo, pero a mí me habían limpiado el alma.
Hace unos días se estrenó Perfect Days, su última película. De nuevo ha sido una experiencia íntima entre Wenders y yo. Y esta vez ha servido para que me recuerde el valor y la belleza de las pequeñas cosas, así como la imposibilidad de medir o controlar esa catarata que son los sentimientos del ser humano. En definitiva, la importancia de vivir el ahora.
Nastasja Kinski volviéndose hacia la cámara y regalándonos una mirada tan dolorosa… Una biblioteca de Berlín poblada de ángeles silenciosos vigilantes ante sus protegidos… O un empleado de limpieza japonés conduciendo hacia su trabajo mientras en su furgoneta suena Nina Simone cantando Feeling Good.
Imágenes con las que el cine nos ayuda a conformar nuestra propia memoria. Somos muchos los que hemos crecido identificando momentos de nuestra vida con historias de otros que nos contaban en una sala oscura, que incluso a veces nos orientaban en el camino. Y supongo que así cada uno va conformando sus recuerdos. Cuando alguno de los autores que fueron referencia entonces regresa, es como volver a recibir a un viejo amigo. Y en este caso, está muy en forma.
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Somos muchos los que hemos crecido identificando momentos de nuestra vida con historias que otros nos contaban. Cuando uno de esos autores regresa, es como volver a recibir a un viejo amigo.