Si, otro Macbeth. ¿Cuántas veces podemos escuchar la misma historia sin cansarnos? ¿Cuántas veces pueden sorprendernos con el mismo relato? ¿Cuántos Macbeth podemos ver a lo largo de nuestra vida?.
La tragedia escocesa de Shakespeare es sin duda un texto digno de relectura, pero ¿podemos recordar la de veces que la hemos visto en teatro o en cine? ¿No tenemos la sensación de conocer de memoria toda su trama? Orson Welles, Roman Polanski, Akira Kurosawa, Justin Kurzel… Cada uno nos ha propuesto una versión diferente. Y ahora nos llega la más improbable: Joel Cohen, esta vez sin su hermano, salta de obras como Fargo o El Gran Lebowski para aterrizar en esta pieza icónica, acompañado de una pareja de protagonistas bastante alejados por edad de lo tradicional. Otro Macbeth, ¿apetece?
Pues bien, acercándome con cierto cansancio y sensación de curiosidad, tengo que decir que salgo fascinado por la propuesta. Lo importante de un texto tan conocido ya no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta, y Cohen lo cuenta muy bien.
Ajeno a cualquier efectismo decorativo, el director encierra la obra en una pantalla cuadrada y un blanco y negro lleno de sombras. Ahí dentro, los actores se mueven entre potentes estructuras arquitectónicas expresionistas y unos paisajes geométricos. Y esa gramática claustrofóbica y casi artesana, concentra y encierra el drama. Cada escena sorprende en su imaginación visual, pero también en su textura de antiguo cuento de terror.
Denzel Washington es un muy buen Macbeth, sólido y cruel. Pero quizás quien más me sorprende es Frances McDormand, con la que tantas veces me he reído, y que es capaz de reflejar una crueldad transparente. De ellos y el resto del elenco es la misión de que las palabras de Shakespeare nos lleguen con la claridad, que lo hacen en toda su grandeza sin que las ahogue el ruido y la furia.
Otro Macbeth. El de Cohen. Con una personalidad inesperada. Posiblemente de los mejores. El dramaturgo de Stratford, después de todo, era en realidad un excelente guionista. Y estoy seguro: preparémonos para más macbeths. Si son como este, estupendo.
Lo importante de un texto tan conocido ya no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. En el Macbeth de Cohen las palabras de Shakespeare nos llegan con claridad y en toda su grandeza.