Las ‘medidas coercitivas’ del banco

Corresponsal en el banco

13/06/2024

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Hola, amigos. Aquí vengo con una nueva crónica desde los bancos. Hoy traigo el caso de Miguel, y guarda bastante relación con la historia que nos contaba Emilio hace un par de semanas: las comunicaciones que los bancos envían a sus clientes requiriéndoles ir a su sucursal a actualizar sus datos. Y la velada amenaza que esconden porque, sin decirlo expresamente, avisan: ‘pero ay como no vengas…’.

Dejémosle que él mismo nos lo cuente:

‘Yo ya había visto este tipo de cartas que habían recibido familiares, y la alarma innecesaria que les habían generado. ¿Innecesaria, digo? El caso es que yo también la recibí, y se me instaba a acudir a mi sucursal de PlastaBank, que está en el Paseo de la Castellana. En mi caso, como soy profesional autónomo, ya imaginaba que lo mío no iba a ser un trámite tan básico y rutinario como el de otras personas de mi entorno.

El caso es que allí fui tras pedir cita previa. No vivo ni trabajo al lado, así que tuve que reservarme media mañana. Me atendió muy amable la que se presentaba como gestora de mi cuenta. Sí, el encuentro fue muy agradable. Pero claro, necesitaba unas cuantas cosas de mí: mi última declaración de IVA, un certificado de situación tributaria, registro del censo de actividades, documento de alta en la Seguridad Social, justificante de la domiciliación del pago de cuotas… Un verdadero rollo, pero todo parecía relativamente fácil. Hasta que me pidió el que ya sabía que iba a traer cola: el modelo 037 de alta en el Impuesto de Actividades Económicas. Ese databa de unos 14 años.

Como le está pasando a muchos usuarios de bancos, la relación con el mío databa de más de 30 años. Pero como las fusiones y OPAs están a la orden del día, nos sucede que de un día para otro pasamos a ser clientes de otro banco. Nos mueven de sucursal, de cuenta, cambian las personas, las comunicaciones… y en este caso, resulta que lo que no nos habían pedido en todos estos años, nos lo piden ahora de pronto. “A saber dónde tengo yo ahora ese documento”, le confesé a mi gestora -de nombre Amalia, para llamarla así a partir de ahora. “No sé preocupe, 14 años no es nada, tengo clientes a los que les pido documentos de hace 40…”. Muy simpática, pero dándome a entender que no tenía escapatoria.

Como suponía que tenía tiempo, fui haciendo acopio de los documentos más fácilmente recuperables. Y ya pude comprobar que rescatar de los tiempos el 037 no iba a ser fácil. Sí encontré una fotocopia, pero de malísima calidad. “Pues ya lo buscaremos bien”, pensé. Pero los hechos se iban a precipitar.

Habrían pasado tres semanas desde la reunión con Amalia, y entonces, empecé a notar ‘fenómenos extraños’ en mi cuenta. Pagos, normalmente puntuales, que no llegaban. Preguntado, sin mayor preocupación, a uno de esos pagadores, su respuesta me dejó helado: “me da cuenta bloqueada”. Me mandó, en efecto, un pantallazo del cuadro de diálogo: “la cuenta de destino no admite abonos”. Invadido por la sospecha, rápidamente marqué el teléfono de Amalia, que tan tranquila, me respondió: “claro, como ha pasado ya bastante tiempo sin haber recibido la documentación, han pasado a las medidas coercitivas”.

¿Medidas coercitivas? ¿Quiénes son o se creen que son: la policía, un juez, la Agencia Tributaria…? Hasta donde sé, se trata de un banco y yo soy su cliente. Es más, lo soy sin haberlo elegido. Apresuradamente, le envié por email todos los documentos escaneados que había recopilado. Efectivamente, me respondió que la fotocopia del 037 no servía porque era ilegible.

Era viernes, y ese fin de semana no lo olvidaré. Lo pasé revolviendo cajones, carpetas, todos los papeles, algunos inmemoriales, acumulados desde hacía décadas… pero ni rastro del original del 037. Llegué a tres conclusiones: una, que debió traspapelarse cuando lo presenté como documentación en un juicio que tuve con el Servicio Estatal de Empleo; dos, que la fotocopia era ilegible porque el original también debía serlo, al tratarse de impresos superpuestos bajo papel de calco y la copia que le dan a uno es la última; y tres, que mal remedio tenía el asunto.

Fue el domingo por la tarde, ya sumido en la desesperación, cuando se me encendió la bombilla: la web de la Agencia Tributaria debía tener algún tipo de registro de esa alta. Y así era. No recuerdo bien los pasos que di, pero finalmente encontré lo que necesitaba: una pantalla que, bajo el encabezamiento 037, recogía fielmente lo que supuestamente figuraría escrito y firmado en aquel infumable calco desaparecido. Un gran alivio, la verdad.

Solo que ese no iba a ser el final de la historia. Cuando el lunes le envío la prueba digital de mi alta en el I.A.E., recibo una respuesta automática: “estaré fuera de la oficina hasta el lunes siguiente”. Era el puente de diciembre y Amalia se había tomado la semana entera. No existía en mi oficina de PlastaBank otra persona a quien recurrir. Una semana, de primeros de mes, sin poder recibir ningún pago, y por lo tanto, sin cobrar mi trabajo.

No me quedó otra que esperar pacientemente a la semana siguiente. Pero tampoco iba a ser tan fácil. Primero, me costó localizarla, a pesar de saber que ya estaba de vuelta. Segundo, cuando ya pude hablar con ella, tampoco me aseguró que ese ‘salvador hallazgo’ fuera la solución, que a lo mejor también se lo rechazaban, ya que a ella le parecía que era otro el formato que requerían, “aunque este es más bonito, la verdad”. Volví a la web de la AEAT y, ciertamente, encontré otro más feo, pero también con la etiqueta 037, que sin dudarlo le remití.

Entre unas y otras cosas, se pasó otra semana. Y al lunes siguiente, 19 días después de manifestarse el problema, ya tuve la cuenta desbloqueada. “Cuánto me alegro, de verdad”, me respondió Amalia cuando se lo hice saber. Y estoy seguro de que sí. Pero yo no supe qué decirle, la verdad’.

Y hasta aquí la historia de Miguel. Mi consejo: cuando reciban este tipo de comunicaciones de su nuevo banco, aparentemente inocuas, tómenselo muy en serio. Y tengan muy presente que hay entidades que se sienten en perfecta potestad para aplicar ‘medidas coercitivas’ a sus clientes. Y no precisamente a los malos clientes.

Volveremos con nuevas crónicas. Todo vuestro,

Corresponsal en el banco

P.D. Recordar que, a fin de preservar el anonimato, los nombres y entidades que aquí se citan son ficticios. Luego, que cada uno deduzca…

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