
Esta vez nos vamos a Estados Unidos para comprobar que en todas partes cuecen habas. O que el edadismo es una cuestión global.
Este es el caso de una trabajadora que, a sus 78 años, fue despedida un mes después de haber sido distinguida por la empresa como Empleada del Año.
Hablamos de un país en el que casi 11 millones de personas mayores de 65 años permanecen activas, lo que representa el 6,8% de la fuerza laboral. Hace dos décadas, representaban apenas el 3,3%.
La empleada en cuestión llevaba 18 años trabajando como recepcionista y había recibido evaluaciones positivas por su desempeño, hasta la citada distinción como empleada del año. Al poco tiempo, sufrió un episodio de hipertensión que la mantuvo dos días en observación, tras lo cual los médicos determinaron que la causa había sido una deshidratación y que seguía siendo apta para el trabajo.
Sin embargo, a partir de ese episodio, la dirección de la empresa empezó a cerrar el círculo en torno a ella, sugiriéndole jubilarse o trabajar bajo otras fórmulas, incluso de forma voluntaria sin remuneración. La empleada se negó, quiso trabajar como lo venía haciendo y la empresa terminó despidiéndola.
La historia termina con que la trabajadora denunció a la compañía por discriminación y la agencia de empleo de Estados Unidos le dio la razón: el despido vulneró la Ley contra la Discriminación por Edad en el Empleo y la Ley sobre Estadounidenses con Discapacidades. Así, la empresa se vio obligada a alcanzar un acuerdo con su ex empleada por el que la compensará con 78.000 dólares (unos 68.500 euros), sumando los daños compensatorios y los salarios perdidos.
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Moraleja: el edadismo en las empresas es global y generalizado, pero… ¿están los trabajadores mayores mejor protegidos en unos países que en otros?