
Muchos de los 50plus conocimos la televisión en blanco y negro. Llamadme vintage, pero igual que han vuelto las cámaras de fotos analógicas, a mí me parece que la tele en color, que en su día nos hizo pegarnos a la pantalla para ver, por ejemplo, los cielos azules del valle de Heidi, no tenía el mismo encanto que aquella en la que devorábamos historias en Sesión de Tarde.
Y en esas sesiones de tarde, donde había aventuras, piratas, gánsteres y cowboys, lo más importante era nuestra ilusión y nuestra capacidad de creer.
Yo tengo que reconocer que me he quedado enganchado, hay una parte de mí que todavía se emociona ante la posibilidad de que me cuenten una de esas historias. Y aquí se funden, sin duda, el cine y los libros. Todo vale.
Una vez superada la novela infantil, en mi caso ganó el género negro, posiblemente inspirado en tantas películas de Bogart y Bacall, de Cagney y Widmark. Autores como Hammet, Chandler, Macdonald… se convirtieron en compañeros de viaje cuyas obras devoraba. Y lo más sorprendente: aunque es difícil de explicar, estoy seguro de que los leía en blanco y negro.
Acabo de llevarme una sorpresa: los herederos de Raymond Chandler al parecer encargaron, nada menos que a Jonh Banville, la resurrección de Marlowe. Lo hace con una novela que se titula La rubia de ojos negros, y lo hace muy muy bien.
Sí señor, leer esta historia es volvernos a encontrar con nuestro detective preferido, ese perdedor triste y romántico que siempre llega hasta el final cargado de heridas, pero llega.
Está el escenario de Los Ángeles perdido entre el dinero y el poder. Los secretos de las familias oscuras, los amores imposibles y los negocios turbios. Todo ello, alrededor de una trama cuya conclusión no intentamos adivinar porque aquí lo importante es cómo se desarrolla.
Y seguro que muchos 50plus me entenderán si digo que, una vez más, lo he leído en blanco y negro. No necesito colores porque estas historias se mueven en las sombras.
No estaba tan mal ni mucho menos. Éramos niños o jóvenes y aprendimos a ver cine y leer libros sin lo obvio. Yo no sé vosotros, pero a veces yo lo echo de menos…
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Hay una parte de mí que todavía se emociona ante la posibilidad de que me cuenten una de esas historias en blanco y negro. Y aquí se funden, sin duda, el cine y los libros. Todo vale.