Recuerdo cuando, hace más de treinta años, Adolfo Marsillach puso en pie la Compañía Nacional de Teatro Clásico estrenando una versión plástica y valiente de El Médico de su Honra. Los puristas se llevaron las manos a la cabeza ante lo que consideraban un sacrilegio y no fueron muchos quienes defendieron esta nueva forma de acercarse a lo que hasta entonces se consideraba intocable.
Pero el público, poco a poco, dijo sí, y tras la muerte de su fundador, la CNTC pasó por diferentes etapas, con cambio de teatro incluido por remodelación del Teatro de la Comedia. Algunas fueron mejores, otras peores. Pero en todas se mantenían esas ganas de hacer lo que fuese para que todos nos acercásemos a los clásicos con libertad.
En el camino, uno de los mayores aciertos, la creación de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, una cantera que rebosa vitalidad, la de unos jóvenes a los que se les siente el amor por el teatro. Y en esta temporada, por primera vez, bajo la dirección de Lluis Homar, han sido ellos quienes inauguran la temporada con La Discreta Enamorada.
Todo empieza en un escenario abierto donde operarios y actores se mezclan para poner orden en lo que será una escenografía tan flexible como inteligente. Suena la primera de las cuatro o cinco canciones que acompañan la representación. Y a partir de ahí, todo es una fiesta.
No nos confundamos: está el texto de Lope de Vega en su totalidad, ni se actualiza ni se recorta, y suena precioso en las voces de estos jóvenes intérpretes, pero, sobre todo, el enredo se desarrolla con la transparencia que hoy podría tener cualquier comedia.
La puesta en escena es brillante, ágil, divertida. Una gran fiesta que hace que estas dos horas y cuarto se hagan cortas. Y el teatro estaba lleno, a rebosar, y la mayoría ya no eran personas de mi edad como solía suceder en otros tiempos con estos autores.
Sólo puedo decir que creo que para esto es para lo que se creó esta compañía. Y visto lo visto, ¡qué acierto!
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En esta versión de La Discreta Enamorada está el texto de Lope de Vega en su totalidad y suena precioso. Pero el enredo se desarrolla con la transparencia que hoy podría tener cualquier comedia. Una gran fiesta y una forma de acercarnos a los clásicos con libertad.