En el año 2004, se produjo en Francia un desconcertante acontecimiento editorial: una de las novelas más vendidas había sido escrita antes en 1940, aunque no se había publicado hasta entonces. Se trataba de Suite Francesa, la obra más ambiciosa de Irene Nemorovsky, escritora judía, nacida en Ucrania pero residente en Francia desde su infancia, que en 1942 había fallecido en Auschwitz. La onda expansiva se multiplicó y creo recordar que en nuestro país recibió el Premio del Gremio de Libreros.
Su autora trazaba un paisaje amplio de la ocupación francesa a través de un conjunto diverso de personajes y su reacción ante el cataclismo. La novela, magnífica, era capaz de lo que destaca a la buena narrativa histórica: conjugar la Historia, con mayúsculas, con las historias íntimas (con minúsculas) de quienes habitaron esa época.
A partir de entonces, se han ido editando piezas anteriores de Nemirovsky desconocidas u olvidadas. En un recorrido no exhaustivo, El Baile nos dibuja a los nuevos ricos que, procedentes del comercio, pretendían acercarse a la aristocracia; El ardor de la sangre describe el entorno rural de entonces; Nieve en otoño nos habla de los exiliados de la Revolución Rusa; El Caso Kurilov, del espionaje del periodo de entreguerras; El maestro de almas recrea la pasión por las artes esotéricas y los embaucadores que consiguieron sacar partido de la frivolidad; Jezabel, de la imposibilidad de un ascenso social real….
El conjunto, es una precisa y preciosa colección, capaz, sí, de emocionarnos, conmovernos y divertirnos con sus historias. Pero, sobre todo, de componer una crónica veraz y transparente de la primera mitad de un siglo al que aún le quedaba mucho tiempo para sorprendernos.
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En general, las de Nemirovsky son novelas cortas, pero siguen el mismo patrón en lo que se refiere a enclavar historias personales en una Europa convulsa.