Visitando paraísos (2): versión original

Santiago Quiroga

19/11/2021

VACUNA

Llegué a Madrid con dieciocho años, y sin haber conocido ninguna sala de cine en versión original. Como suena. Mi único conocimiento de los subtítulos venia de películas en la segunda cadena y no era precisamente lo que más me gustaba.

En el año 82, para ver películas en V.O. en Madrid, había que ir a la calle Martín de los Heros, a los Alphaville. En frente, la librería de cine (tampoco había conocido ninguna hasta entonces) 8 y medio. Y aunque la expresión “cool” es muy posterior, la verdad es que pronto me di cuenta de que visitarlos a menudo era muy cool.

Entonces no existían películas dobles, las que se proyectaban en V.O. no solían tener versión doblada. Elegir estas era casi una declaración de intenciones. Recuerdo muchas, algunas eran extrañas e incluso posiblemente malas…. pero decirlo era poco cool, lo raro nos gustaba. Entre mis sacrificios, El contrato del dibujante, Liquid Sky o Yo te saludo María. También era el lugar donde descubrimos a Rohmer, y paseamos con Pauline por la playa, donde Jarsmuch se puso de largo con Extraños en el paraíso; allí repusieron Lo importante es amar y nos enamoramos de Romy Schneider para siempre….  Cada una de estas películas era un acontecimiento en nuestras vidas.

Luego abrieron los Renoir en la misma manzana, los Renoir Princesa, los Verdi en otra zona de la ciudad. Los Alphaville pasaron a llamarse Golem….

A mí, me sigue gustando el cine en salas, tengo canas y cuando un niño me pregunta algo por la calle, me llama señor; hace mucho que no me piden el carnet para entrar en ningún sitio. Y, sin embargo, cuando entro en la oscuridad de esos lugares, cuando se enciende la pantalla y comienzo a escuchar los diálogos en un idioma que muchas veces no entiendo, recobro la ilusión de aquellos dieciocho años. Seguro de que voy a disfrutar y a sorprenderme y de que el mundo es más grande y más asequible de lo que creía.

Y ya…. ¿quién hay más cool que un 50plus?.

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Me sigue gustando el cine en salas. Cuando entro en la oscuridad de esos lugares, se enciende la pantalla y empiezo a escuchar esos diálogos en idiomas que a veces no entiendo, recobro la ilusión de aquellos 18 años.