Después de algunas semanas, vuelvo con retomadas fuerzas para recalar en San Martín de la Vega, con un vino de carácter, de uva 100 % garnacha, viñedos arraigados en los montes de la Sierra de Gredos y clima continental: veranos secos y calurosos e inviernos fríos y húmedos.

Todo comenzó con la orden religiosa del Císter y su Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, situado en Pelayos de la Presa. La orden de los monjes blancos fue la que incorporó la viña y sus vinos a la vida cotidiana de estos singulares parajes.

En Bodega Tierra Calma, de subdenominación Sierra de Gredos, Denominación de Origen de Madrid, se cuidan y miman todos los detalles. Son 20 hectáreas de viñedo viejo situadas a 700 metros de altitud y suelo granítico, cuidadas de forma ecológica para obtener y transmitir la esencia de la tierra a sus vinos.

Tierra Calma La Nava se elabora con uvas del singular paraje de La Nava, del cual toma su nombre. Su elaboración y vinificación tiene lugar por separado del resto de parcelas, manteniendo toda la expresión de la tierra, frescura y mineralidad. Crianza de 12 meses en barrica (500 l) de roble francés en un espacio de constantes ambientales estables que dan suavidad a los taninos y estabilizan el color.

La uva garnacha da una constante intensidad a este vino, en nariz fruta madura y toques florales con exclusivos toques minerales. El paso en boca tiene un principio suave, equilibrado y envolvente, acabando en un final mineral. Trago largo y persistente, que dicen algunos.

El maridaje puede venir desde cualquier tipo de carne en una parrilla o asada, pasando por embutidos y quesos curados. Yo lo pondría en la mesa abierto, por lo menos media hora antes, delante unas sabrosas chuletillas de cordero hechas en parrilla con palos de sarmiento y una buena hogaza de pan.

Se puede comprar en Bodega Tierra Calma