La vi ayer en Movistar+. En cines apenas se mantuvo unas semanas y en horarios difíciles, no era fácil encajar su duración de tres horas y media. Me habría gustado verla en la sala oscura. Es el espacio ideal para las experiencias únicas, y esta lo es.
La juventud es un estado tan maravilloso como poco valorado desde dentro. Cuántas veces, en esos años, se nos anuncia que será la mejor etapa de nuestra vida, y qué poco lo creemos hasta que ha pasado. Quizás el lugar donde siempre tiene que terminar, sea la nostalgia. Pero si esa nostalgia no es una nostalgia triste sino iluminada, el recorrido habrá sido el adecuado, de aprendizaje y de madurez.
Qué difícil captar la fugacidad intensa de esos años, su vitalidad irresponsable, la inocencia con su dosis de soberbia, su ignorancia atrevida.
Jonás Trueba es un cineasta con mucha herencia, tanto literaria como cinematográfica, pero además tiene una personalidad muy marcada. En esta película, se acerca a un extenso grupo de jóvenes, desde sus quince a sus casi veinte años, los acompaña en sus obligaciones, en sus salidas, sus fiestas… en su incertidumbre.
Hay confesiones, diálogos, reflexión, discusiones en grupo y narraciones como pequeños cuentos. Conocemos el desarrollo de las amistades, el primer amor, el descubrimiento de la soledad, la incomodidad del desconcierto… esas vidas. Lo que más me emociona es la verdad que hay dentro de muchas escenas, la carga de sinceridad de lo filmado y, a veces, tengo la sensación de estar contemplando casi un milagro.
La película me apasiona, me conmueve, me sorprende… Y sobre todo, con ternura y todo mi cariño, les deseo lo mejor a estos jóvenes que me han ayudado a recordar con una alegría abierta.
Más sobre cine en soy50plus y en http://www.sqfl.blogspot.com