Gracias a Dios, se ha superado el tiempo en que hablar de cine oriental era un signo de esnobismo cultural (lo que hoy se llamaría postureo, cambian las palabras, pero no las costumbres). Ya no es carne de filmoteca o salas en versión original, ni tampoco ir a salas de versión original se queda para el raro de la pandilla.

Ya no es sólo cine de festival. Pobre Kurosawa, lo que tuvieron que aguantar sus películas en nuestro país, antes de que entendiésemos que su cine épico no era más complejo que el de Jonh Ford y sí más exótico.

En cualquier caso, de los que ya se han convertido en frecuentes, hay uno al que tengo especial cariño, Hirokazu Koreeda, fundamentalmente porque, sorpresa, he sentido pocas veces tanta ternura en una pantalla como en sus películas. Este año ha estrenado Broker (ya en plataformas, que rápido va todo), donde de nuevo todo gira alrededor del concepto de familia, no siempre basada en lazos consanguíneos, pero sí en el amor y en el respeto. Incluso es capaz de impulsar nuestros mejores sentimientos cuando, como en este caso, se habla de algo en apariencia tan sórdido como el tráfico de bebés. Es magnífica como lo eran muchas otras, mis favoritas, Nuestra hermana pequeña y Un asunto de familia. Y, como siempre, esa aparente ligereza, matizada de humor, nos habla de cosas muy importantes.

Además, hace poco nos ha sorprendido con su salto a la televisión con una serie, La cocinera de las Maiko. Retoma el escenario de tantas películas del maestro Mizoguchi (hay que hacer una reverencia al citar su nombre), una casa de geishas, donde unas recién llegadas quieren aprender el camino para convertirse en una de ellas. Como no podía ser de otra manera, Koreeda nos regala un retrato coral amable que nos cuenta mucho sobe las tradiciones de ese país milenario, pero en el entorno contemporáneo. Y una vez más, con el cariño hacia sus personajes que cualquiera tendría hacia sus hijos.

La obra de este autor se cimenta en materiales tan anacrónicos hoy día como el amor, el respeto, la felicidad…. Decididamente, un japonés tierno.

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