Sí, España ha ganado la Eurocopa y estamos felices. Además, lo hemos hecho a lo grande, ganando todos los partidos y jugando mejor que nadie.
Pero eso no quita para que sigamos diciendo que en el fútbol de hoy hay cosas que nos irritan porque nos parecen fuera de lugar. No nos referimos a los grandes temas, como el dinero que se mueve o su magnitud como espectáculo, que serían objeto de otros debates. Esto va de pequeñas cosas si se quiere, pero que nos ponen de los nervios.
En su día hicimos un primer repaso de algunas de esas costumbres y modos que se han instaurado en nuestros campos y en todo lo que rodea al juego. Y ya dijimos entonces que no estaba todo, que había más. Aquí va una nueva lista de comportamientos o prácticas que se han dado por normales y para nada lo son.
Celebrar los goles dos veces. Sin entrar ahora en si VAR sí o VAR no, al menos esto se tendría que evitar de alguna manera. No puede ser que cantemos un gol, el locutor se desgañite, los jugadores se abracen -o perpetren alguna de esas celebraciones ridículas que se ven a menudo-, nos pongamos locos de alegría y, de pronto, nos digan que tenemos que esperar a ver si el gol es válido. Incertidumbre que puede llegar a durar muchos y exasperantes minutos, no digamos si además se trata de un gol decisivo. Si finalmente es SÍ, volvemos a celebrarlo todos y a abrazarnos como si lo hubieran metido dos veces. Y si es NO, pues toda esa fiesta fue para nada y se nos queda cara de idiotas. Que nos libren de estas situaciones surrealistas, por favor.
El abuso con las repeticiones de las jugadas. Esto es cosa de las televisiones. Hoy se instalan cámaras por todos los sitios que nos permiten ver la jugada desde todos los ángulos y apreciar todo el detalle, tanto de la belleza de una jugada como de un hecho polémico o controvertido. Pero a veces los realizadores deciden ofrecer todas las repeticiones posibles de jugadas que no merecen tanto despliegue. Y a menudo, mientras, el juego sigue su curso y nos lo estamos perdiendo. Incluso a veces, por sorpresa, nos dan repeticiones de jugadas que sucedieron media hora antes… Y lo que hacen es confundirnos.
Las gradas de animación. Se decía que los grupos radicales o ultras eran los que más animaban a su equipo. Y cuando hubo clubs que se decidieron a erradicarlos de los estadios, sus directivas pensaron en una forma de sustituirlos. Lo que hacen entonces es pagar a un grupo nutrido de aficionados para que estén armando bulla todo el partido. Incluso cuando no está pasando nada o simplemente no viene a cuento. Y más que animar y dar ambiente, lo que hacen, en muchos casos, es molestar al resto del personal.
Los peinados de algunos futbolistas. Vaya por delante que cada uno tiene derecho a ir por la vida como le dé la gana. Pero el caso es que hay deportistas, y muchos futbolistas, que además de sus cualidades, venden su marca personal. Y uno de los elementos de esa marca es el peinado. El chileno Arturo Vidal, conocido por su ostentosa cresta, manifestó en una entrevista que cuando se retire se la quitará, porque no quiere que sus hijos le conozcan con esas pintas. Pero en el campo le diferencia, le hace destacar y consigue que se fijen más en él. No ya el público. Los clubs, los agentes y los que ofrecen contratos. Y a eso se aplican muchos, cada vez más futbolistas. Cierto también que hay muchos 50plus que no lo haríamos nunca… simplemente, porque no podemos.
Los duelos. Ya sabemos que el fútbol se nutre abundantemente de términos bélicos o dramáticos. En este caso, bien está identificar con este un partido crucial, que en él se citen dos jugadores de especial carisma o dos que se la tienen jurada desde hace tiempo. Pero no cada disputa de un balón, que para eso ya tenemos justamente esa palabra. Después de los partidos, los entrenadores repiten enfermizamente eso de los duelos ganados y los duelos perdidos. Cuando son extranjeros, uno diría que se han aprendido la palabra sin saber realmente lo que significa.
El cooling break. El fútbol está lleno de términos anglosajones porque los importamos de sus inventores y, de hecho, muchos los hemos castellanizado, como córner, penalti o, sin ir más lejos, gol. Pero para nombrar a la pausa que se hace ahora en los partidos que se juegan bajo mucho calor para que los jugadores se refresquen, tenemos sobrados términos: receso, refresco, refrigerio, hidratación, parada… o -¿lo habíamos dicho?- pausa. De verdad, no hay necesidad de ser tan horteras.
Los vídeos en los vestuarios. Una vez está bien y puede ser divertido, pero que se instaure como norma, empieza a cansar. Ya imaginamos todos cómo será el vestuario de un equipo que acaba de ganar un partido importante. Pero de verdad, no hace falta que nos lo muestren siempre y con tanto detalle. Porque, en realidad, cuando lo vemos tantas veces, ya no tiene nada de original. Y a menudo, bastante de grotesco y chabacano.
Las entrevistas post partido. Cierto que hay que acercar a los futbolistas al público, y en eso los medios de comunicación cumplen una labor fundamental. Pero que por norma un jugador de cada equipo tenga que comparecer ante las cámaras para explicar el partido que acaban de jugar, aporta, la verdad, bien poco. Es que todos dicen lo mismo.
Las estadísticas. Hay deportes, como el baloncesto o el tenis, en los que las estadísticas pueden explicar mucho de un partido. Pero en fútbol, por lo general, no. Porque es un juego de muchísimos intangibles y en el que no suele regir la lógica. Por eso, atiborrar con datos de posesión, disparos, pases acertados, regates… aporta información, sí, pero la mayoría de las veces, inútil. Luego vienen entonces esos entrenadores que justifican que serían campeones según la inteligencia artificial o que virtualmente ganaron el partido por los expected goals. La mejor información de un partido es el que uno ha visto y, por supuesto e impepinable, el resultado final. El big data sirve para muchas otras cosas.
Los cambios absurdos de indumentaria. En partidos nacionales e internacionales, vemos a equipos que serían perfectamente identificables con su indumentaria de siempre y, sin embargo, uno de los dos la cambia. Suelen ser normas de la FIFA, la UEFA o la LFP, que parece que les dé grima una mínima coincidencia de color. Otras veces son los clubs, que están deseando promocionar su ‘original’ segunda equipación. Y vale que un día usen una camiseta conmemorativa de algo. Pero si el Cádiz va y se pone una celeste en homenaje al mar justo cuando juega con el Celta, pues nos hacen un lío.
El ’cambio climático’ del fútbol. Los que somos algo mayores hemos visto jugarse partidos en auténticos barrizales o en campos que eran piscinas. Cayendo chuzos de punta o nieve a mansalva, con nieblas que hacían indistinguibles la pelota o las porterías. Ahora, y lo hemos visto en esta última Eurocopa, en cuanto caen algo más de cuatro gotas, los árbitros se la pillan con papel de fumar y detienen el partido. Algunos de aquellos que vimos, desde luego, no deberían haberse jugado. Pero ahora parece que no puede haber fútbol si no se juega sobre un tapiz.
Y como también decíamos entonces, no creo que sea cosa de mayores. Todo esto nos irrita a muchos 50plus, pero también a muchos que no lo son.
Y a pesar de todo, seguiremos amando el fútbol.
A muchos, no sólo 50plus, nos chirrían muchos hábitos y costumbres que se están generalizando en los partidos de fútbol y en las retransmisiones. Unos tienen que ver con el ego de los protagonistas, otros con la bienintencionada pero errónea aplicación de la tecnología, y los hay que son puro culto a la estupidez.