Un encuentro casual me hizo probar este Ribera de Duero “distinto” y me ha afianzado en la certeza de que las cosas bien hechas bien saben. Jaime Postigo, CEO de la Bodega Bosque de Matasnos, en Peñaranda de Duero -a pocos kilómetros de Aranda de Duero y en uno de los terrenos con más altura de la D.O.-, trabaja todos los procesos de la elaboración del vino con exigencia y cariño.

El vino con alma de bosque tiene detrás una historia que nos traslada al intento de deforestación de los antiguos propietarios empleando burros para sacar la madera. Debido al esfuerzo, muchos de estos asnos perecieron y dieron nombre a esta zona. Un factor importante en la singularidad de este vino es que utilizan en la viña todos los recursos naturales que el propio entorno ofrece, desde la utilización de ganado ovino para la limpieza del bosque, introduciendo aves autóctonas (cernícalo, búho chico) y colmenas para conservar el hábitat biológico.

La sostenibilidad que rodea los viñedos, la altura a la que se encuentran y el extremo cuidado en obtener la máxima calidad, nos lleva a un vino con una gran intensidad, con fruta roja y negra, toques terrosos en nariz y una boca sabrosa y rica, integrando la madera bien y manteniendo la fruta hasta el final.

La botella de El Bosque de Matasnos etiqueta blanca, una vez abierta, se quiere expresar junto con una buena parrillada o guiso de carne o de ave e incluso embutidos, quesos o foie. Seguro que no sobra nada, pero cabe pensar que este vino resiste en botella bien conservado, por lo que puede que nos vuelva a acompañar, ofreciéndonos otros matices más adelante.

Se puede conseguir en AQUÍ