La generosidad de Carla Simón

Santiago Quiroga

03/10/2025

El camino vasco de Fernando Aramburu se refleja en Patria, una novela ambientada en una localidad y el entorno de  ETA. Publicaciones de soy50plus

En 2017, una joven desconocida debutó en el cine con Verano 1993, una obra delicada que sorprendió a todos por su sencillez y su sensibilidad. Además, olía a verdad. No en vano, la autora relataba ese agosto en la vida de una niña que acababa de quedarse huérfana ya que sus dos progenitores habían fallecido víctimas del SIDA. Era su historia.

Años después, y tras haber triunfado, obteniendo nada menos que el Oso de Oro en el Festival de Berlín, tengo la sensación de que Carla Simón regresa a su propia vida con Romería, para contarnos muchas más cosas.

Marina, la protagonista, es una joven de dieciocho años que, para obtener una beca de estudios, necesita demostrar su filiación, algo que no figura en el registro. Con ese objetivo, será necesario que se traslade a Galicia y conviva algunos días con la casi desconocida familia de su padre.

Allí descubrirá aspectos que desconocía en su propia historia. Utilizando como cuaderno de bitácora los diarios de su madre en sus primeros años con su padre, irá buscando espacios donde imaginarlos sabiendo que los habitaron algún día, pero sobre todo, entenderá lo que pudieron sufrir, pero también lo que se pudieron amar y ser felices.

Comprendiendo que para Carla Simón este ejercicio pueda tener mucho de exorcismo personal, también hay que ser muy valiente y generosa para compartir con los demás tu vacío y tu búsqueda.

El resultado es una película delicada y minuciosa, sorprendente también. Un ejercicio personal de memoria entendiendo que, salvo en el más estricto presente, la verdad siempre lleva incorporadas gotas de ficción. ¿Y qué? Simón, como todos nosotros, y desde el conocimiento, tiene todo el derecho del mundo a poner luz en zonas oscuras.

Y lo hace sin rencores ni amarguras, sólo con humildad, como encender una vela. Porque en su historia no hay ni buenos ni malos, sólo hay seres humanos, con sus dolores, sus miedos y sus esperanzas. Y por supuesto, sus errores y, también, su capacidad para perdonar.

Hay mucha reconciliación en Romería, mucha paz. Respeto por una institución como la familia que, mejor o peor, debería de ser siempre un refugio. Y por la historia de quienes nos abandonaron entendiendo que ni la vida ni la muerte pueden resumirse en una frase. Y hay, eso sí, mucho cine, de ese que es capaz de conjurar la pantalla para convertirla en un lugar donde todo es posible.

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Romería es una película delicada y minuciosa, sorprendente también. Un ejercicio personal de memoria entendiendo que, salvo en el más estricto presente, la verdad siempre lleva incorporadas gotas de ficción.