Tengo que reconocer que yo siempre fui más de Salgari y de Julio Verne que de la versión británica de novelas juveniles. De hecho, a Dickens lo descubrí (y lo disfruté y lo sigo disfrutando) ya con cierta edad.
En cuanto a Roald Dahl, es en mi caso uno de esos descubrimientos que debo a haberme convertido en padre. Así, cuando mis hijas eran pequeñas, e intentando que heredasen mi amor por los libros, me alié con los cuentos de Beatriz Potter y con este visionario que me atrapó como lector incondicional desde mi primer acercamiento (con cerca de 40 años).
Creo que empecé con James y el melocotón gigante, luego vino Charlie y la fabrica de chocolate y después Las Brujas, El gigante bonachón, El superzorro, Matilda y muchas más.
Seguramente algunas os suenen por sus versiones en cine o teatro, y todos sabréis quién es Willy Wonka. No es suficiente: mi consejo es que no busquéis a un niño como disculpa y os metáis de cabeza en la obra brillante de un autor tan imaginativo como rompedor, muy muy divertido, tan sabio como ingenuo, y con muchísimas cosas que contarnos.
Entrar en su universo es muy fácil, y el resultado, una absoluta gozada.
He leído, sorprendido e indignado, que la editorial que lo pública en el Reino Unido y es propietaria de los derechos de sus obras, había decidido corregir algunas de las novelas para adaptarlas al canon de lo políticamente correcto.
Vamos a ver, hemos entrado, al parecer, en una tiranía de la corrección, tan poco inteligente y culta como aquellos que tiempo atrás quemaban los libros que no les gustaban, o quienes pensaron en colorear el cine clásico en blanco y negro.
Gracias a Dios, si hay alguien que nunca ha pretendido ser políticamente correcto son los niños. Ante este intento de control, busquemos lo que nos queda dentro del que algún día fuimos y démosle el protagonismo que merece.
Leed a Roald Dahl, hacedme caso. Y que nadie nos lo toque
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Roald Dahl es un descubrimiento que debo a cuando me convertí en padre. Pero mi consejo es no buscar a un niño como disculpa y meterse de cabeza en la obra brillante de un autor tan imaginativo como rompedor. Entrar en su universo es muy fácil y una absoluta gozada.
Pero que no nos lo toquen…