Dicen, siempre ávidos de darnos más malas noticias que buenas, que la cuesta de enero que acabamos de empezar va a ser la peor de los últimos años. Ya se sabe, la inflación, el precio de la electricidad, las tarifas del gas… Y suben también las autopistas, la cesta de la compra y hasta los sellos que ya no utilizamos. Todo esto en medio de la incertidumbre derivada de la interminable pandemia y todo el ruido que la acompaña.

Pero también es verdad que empezamos con la inercia de buenos propósitos a la que nos agarramos todos los inicios de año. Y aparte de apuntarnos al gimnasio, ponernos a dieta o inscribimos en cualquier curso que nos haga iguales pero mejores, tenemos otra receta mágica a la que acogernos: el ayuno financiero. Nos lo propone la analista financiera Michelle Singletary y serviría para que nuestras cuentas no adelgacen más de la cuenta con lo que se nos viene.

Claro, nada es gratis ni fácil, y la hoja de deberes a seguir no tiene nada que envidiar a las exigencias de una dieta draconiana o la más extenuante tabla de ejercicios. Básicamente, según recoge este artículo de La Información, se trataría de:

• No hacer ni un gasto que no sea esencial: alimentación y vivienda. Y gasolina, la estrictamente necesaria.
• Pagar todo en efectivo, nada con tarjeta.
• Anotar el dinero que sacamos del cajero y en qué lo gastamos.

Lo bueno es que sólo tenemos que resistir este “confinamiento económico” durante 21 días.

Luego tenemos estos otros consejos que nos da El Economista, menos severos si se quiere, pero también más a medio plazo. Ya se sabe, planificar bien los gastos, no cegarse con las rebajas, tener cuidado con los préstamos… En fin, cada uno sabrá según su circunstancia.