Sé que llego tarde. Esto lo tenía que haber escrito en la quincena anterior. Pero siempre cuesta ser ñoño, hasta que un día te lanzas, asumiendo que a los 50plus ya nos empieza a importar bastante poco lo que piensen los demás. O sea que, como todavía quedan las fiestas de fin de año y Reyes, aún hay tiempo para dedicarle un rato a la nieve, los buenos deseos y la exaltación de la familia. Vamos a ello.

Primero, aclarar que esto va en positivo. Aquí no vamos a hablar del Grinch o de Gremlins ni de otras propuestas de esas que convierten a Santa Claus en un asesino en serie. Aquí vamos a hablar de las navidades de jersey con renos y de momentos en que todos pueden sentarse alrededor de la tele comprometiéndose a no mirar demasiado al de al lado para ver si está llorando.

Y aquí va mi lista breve:

The Holiday es un must. Kate Winslet y Cameron Díaz intercambiando casas, una en la Inglaterra rural, otra en Beverly Hills. Y con dos hombres por medio. Me la sé de memoria, pero vuelvo todos los años. No diré eso tan manido de “siempre encuentro algo nuevo en cada visionado”, no, pero tampoco lo necesito.

Recientemente he incorporado Last Chritsmas, donde Emilia Clarke deja de volar con dragones para convertirse en una de las personas más patosas del planeta. Con una impagable Emma Thompson y la canción de George Michael sonando una y otra vez. Irresistible.

De Cuento de Navidad, el relato de Dickens, hay múltiples versiones. Si en la familia hay adolescentes, mi recomendación es la de Zemeckis, apabullante en efectos y con el suficiente tonillo gore.

Y por último, Klaus, una encantadora pieza de animación con la que el cine español llegó a estar nominada a los BAFTA y que tiene como protagonista, por supuesto, a Santa Claus.

Animaos. Siempre os quedará la oportunidad de volver a Lo vello es vivir, la alternativa más clásica, pero, en cualquier caso, mi consejo es que os asoméis a alguna de estas.

A fin de cuentas, es Navidad. Y sí, hay personas, como yo, a quienes estas fechas les encantan.

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