Leer a Victoria Amelina

Santiago Quiroga

25/08/2023

El camino vasco de Fernando Aramburu se refleja en Patria, una novela ambientada en una localidad y el entorno de  ETA. Publicaciones de soy50plus

Ucrania es un país del que sabíamos muy poco, o al menos yo sabía muy poco, hasta que estalló esta guerra que es una bárbara anacronía en un mundo que se considera civilizado. No ha sido fácil entender sus contrastes, como parte de esa colección de territorios en los que se fue fragmentando la antigua Unión Soviética.

Me ha ayudado una magnífica novela, Un hogar para Dom, de Victoria Amelina, en la que la autora utiliza esa forma de contar la historia que tanto me gusta: hacerlo a través de la vida cotidiana de sus personajes. En este caso, nuestros protagonistas son una familia compuesta por un antiguo piloto de combate ruso, su mujer, sus dos hijas (ambas separadas) y sus dos nietas. Todos ellos, encerrados en un piso de dos habitaciones, intentan sobrevivir en un entorno donde las reglas son algo flexible, y el silencio una forma de vida. Durante casi tres décadas los acompañaremos en su tránsito hacia el futuro, al tiempo que el pasado se dibuja a través de un simbolismo muy marcado.

Lo más peculiar de la propuesta es que el narrador es Dom, el caniche de la familia. Su mirada objetiva, ingenua y desprejuiciada cumple con el rigor de la crónica al tiempo que el lenguaje de la autora se vuelve transparente, con inocencia, y así alcanza la belleza de lo sencillo.

Pero Victoria Amelina no volverá a escribir.

Es una de las víctimas del bombardeo de Kramatorsk. Y eso hace que duela leer una novela tan vital, escrita por ella. No queda nadie a quien darle las gracias por Dom y por el resto de sus personajes. Pero sí debemos de tener la honestidad de reconocernos que lo hemos entendido, que no es sólo Dom quien busca un hogar, sino todos y cada uno de los ciudadanos desplazados o aquellos que necesitan volver a entender la vida. En paz.

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Que leer a Victoria Amelina nos sirva como homenaje a su país, a los libros, a quienes los escriben desde la verdad y, en definitiva, a la vida, que siempre estará por encima del horror.