Ayer leí un interesante post en LinkedIn (el enlace está compartido al final de este post), en el que al autor se le ocurrió escribir un prompt en el que le pidió a ChatGPT que, basándose en sus conocimientos, se pusiera en la piel de los principales pensadores de la historia de la filosofía y dijera qué cree que opinarían sobre la IA, si pudieran valorarla. El agente enunció a doce importantes pensadores como Platón, Aristóteles, Descartes, Nietzsche, entre otros, con sus correspondientes potenciales disquisiciones.

Todas tienen, por supuesto, mucha relevancia, pero permitidme que resalte la última, la de Harari: “La IA puede crear dictaduras digitales o liberar a la humanidad. El rumbo aún no está escrito”. Obviamente, es el único que podía contestar algo así, ya que es el único que vive actualmente.

Puestos a elucubrar, le pedí, en este caso a Copilot, que hiciera lo mismo para otras cuatro figuras históricas: Jesucristo, Mahoma, Buda y Krishna. Y una vez obtenidas las diferentes respuestas, todas por cierto bastante alineadas, le pedí que hiciera un compendio de las mismas en una única idea. Todo al final acaba en que la clave está en la consecución de una responsabilidad ética, es decir, la IA debe estar al servicio del bien común, no del lucro o del control social.

Esto me llevó a reflexionar sobre el problema de la IA, que no está en la propia herramienta, sino que, a mi modo de ver, está en la naturaleza humana. Hoy en día, la inmensa mayoría de los mandatarios, políticos, empresarios y dirigentes de toda índole en general, no están al servicio del bien común, sino que buscan el lucro y el control social. En conclusión, el problema del comportamiento correcto o incorrecto de la IA no está en la propia herramienta, sino en la naturaleza humana que la desarrolla y dirige.

ENLACE AL POST DE LINKEDIN