
Esta es la despedida de Blanche DuBois en la última escena de Un tranvía llamado deseo. Donde Tennesse Williams, posiblemente el dramaturgo más capaz de generar perfectas estructuras dramáticas, consiguió crear un personaje que materializase todo el dolor de tener que saltar entre dos épocas para seguir avanzando, sin tener nada a lo que agarrarse.
Y ese personaje, para quienes somos hambrientos de teatro, se nos ha ido apareciendo en distintas representaciones y con distintos rostros. Todos recordaremos a Vivian Leigh en la versión cinematográfica. Yo he tenido la suerte de verla con el rostro de Ana Marzoa, y la no tanta suerte de la creación de Gillian Anderson (sí, la de Expediente X).
Ahora, en el Teatro Español, una correcta versión de la obra pone el personaje en manos de Nathalie Poza, probablemente la actriz española que mejor vocaliza, y ella consigue que nos compadezcamos de su sufrimiento y nos sintamos impotentes por no poder subirnos al escenario y ofrecerle nuestro hombro, ser esta vez sus desconocidos.
Pensaba después de la representación, y a raíz de Blanche, en que existen personajes que van más allá de su presencia en una obra, que la trascienden y se convierten en referentes y que, con el tiempo, se colocan en nuestra memoria como si hubiesen sido compañeros o, en el peor de los casos, protagonistas de alguna historia real que nos hubiesen contado.
Long Jonh Silver y Perro Negro de La Isla del Tesoro. D’Artagnan, el cuarto mosquetero, Jean Valjean, Willy Loman…. Mi colección es grande, y a todos ellos me los he encontrado muchas veces con diferentes rostros. Como escribe Luis Landero en El balcón en invierno, incluso la ficción tiene su hueco en la memoria.
Y en mi caso, las letras, los cuentos, el cine, el teatro… son tan importantes en mi vida que siempre es presente. Así, cuando como la otra noche, escucho de nuevo a Blanche decir “siempre he dependido de la bondad de los desconocidos”, es como si fuese la primera vez, me duele igual.
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Existen personajes, como la Blance DuBois de Un tranvía llamado deseo, que van más allá de su presencia en una obra, que la trascienden y se convierten en referentes en nuestra memoria.