Ha pasado algo más de un año y aún nos vemos inmersos en un proceso de adaptación a los cambios bruscos suscitados por el COVID. Nos encontramos en esta situación a la fuerza. Nuestras circunstancias y personalidad han contribuido al modo en el que hemos enfrentado la ansiedad, el miedo y la tristeza por la pérdida de derechos y vidas.
¿Estamos preparados para cambiar?
Se combinan momentos de flaqueza, donde nos sentimos vulnerables e insignificantes, con otros de esperanza y renovadas fuerzas. Amamos y odiamos las tecnologías por el modo en el que han entrado en nuestras vidas. Y tratamos de conservar lo que tenemos mientras sabemos que nada volverá a ser como antes. Sí o Sí, necesitamos dejar de resistirnos a los cambios para poder trabajar y vivir con seguridad, levantar la economía, prevenir situaciones parecidas en un futuro y prosperar.
No es nuestra culpa
Nada ganarás tratándote con desprecio y desconfianza. No es nuestra culpa que el cerebro se resista a los cambios, es el modo natural en el que nuestra biología enfrenta la gestión energética. El cerebro trata de hacer predicciones y estimaciones basadas en lo que nos funcionó en el pasado y se plantea modos distintos de pensar y actuar cuando no consigue los resultados esperados. El momento del cambio nos llega a todos tarde o temprano, pero la velocidad de adaptación es lo que puede resultar crucial para ciertos aspectos de nuestra vida que tienen fecha de caducidad.
Plantearse si ¿estamos preparados para cambiar?
Hemos descubierto que no podemos elegir todo lo que pensamos y sentimos, pero sí lo que podemos hacer con ello. Os propongo esta semana una revisión del modo en el que te acercas a esa expectativa de cambio para que descubras si tus pensamientos están siendo aliados o enemigos tuyos:
- No te preguntes por qué puedes fallar, pregúntate para qué quieres cambiar.
- No te preguntes qué cosas terribles pueden suceder, pregúntate qué beneficios obtendrás si lo consigues.
- No te preguntes de dónde sacarás las fuerzas para hacer el esfuerzo, regocíjate pensando en lo que verás, sentirás, oirás y harás cuando ya lo hayas conseguido y disfrútalo desde ya.
- No te preguntes por qué sientes temor o apatía, plantéate qué quieres sentir y cómo vas a favorecerlo desde la acción.
- No te preguntes si será la decisión correcta, pregúntate cuántas alternativas tienes y cuál es la que más te beneficia.
- No pienses en lo que empezarás a hacer mañana, sino en lo que vas a hacer ahora mismo que te acerca un paso más hacia donde quieres llegar.
- No pretendas ser y tener todo como garantía de éxito, permítete ser suficiente con lo que ya eres y sabes para avanzar en la dirección que deseas.
- No permitas que nadie te juzgue por tu edad, tu género o tu cultura. Las cosas no son como empiezan, sino como terminan.
Haz caso a otros 50Plus, como Einstein o Woody Allen, quienes decían frases como: “Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad” o “El 90% del éxito se basa en insistir”. Con esto quiero decir que elijas bien a las personas de referencia, para que sean una inspiración en el proceso. Si alguien lo hizo antes que tú es que se puede, y si no lo hizo, quizás tú seas el primero.
No es nuestra culpa que el cerebro se resista a los cambios, es el modo natural en el que nuestra biología enfrenta la gestión energética. En cambio, hemos descubierto que si bien no podemos elegir todo lo que pensamos y sentimos, sí lo que podemos hacer con ello.