
Quienes ya hemos vivido más de medio siglo sabemos que la historia, aunque cambie de escenario, a menudo repite sus patrones. Recordaba estos días una anécdota que escuché hace años sobre Luis XVI, el controvertido rey francés que, el 14 de julio de 1789 —día de la toma de la Bastilla—, escribió en su diario una sola palabra: “Rien” (“Nada”). Curiosamente, los dos días anteriores, el 12 y 13 de julio, había escrito exactamente la misma anotación.
Mucha gente piensa que el ínclito monarca no se enteraba de la misa a la media sobre lo que estaba pasando con su pueblo. La realidad es algo diferente. Sus reflexiones estaban relacionadas con las partidas de caza de esos días, que era lo que realmente le importaba a dicho individuo. Al parecer, esos días las piezas no habían querido salir al encuentro de su majestad, y se había quedado en blanco.
Independientemente de cuál sea la verdad entre ambas versiones, lo sustancial era que la desafección entre el rey y sus súbditos era absoluta. No le importaba ni el hambre ni las enfermedades ni la extrema pobreza que estaban sufriendo. Su preocupación era que las piezas de pelo y pluma no salían a su encuentro. Obviamente, estaba perdiendo la cabeza, y de hecho no mucho más tarde la perdió, literalmente.
Lo más curioso es que esa desafección, esa distancia entre quienes gobiernan y quienes vivimos las consecuencias de sus decisiones, no es cosa del pasado. Muchos de nosotros, que hemos visto pasar gobiernos de todos los colores, sentimos que esa brecha no ha hecho más que crecer.
Y para muestra, un ejemplo reciente. Hace unos años, la DGT impuso una norma que limitaba la posibilidad de superar el límite de velocidad al adelantar. Los profesionales del sector advirtieron que era una medida peligrosa, al aumentar el tiempo y la distancia en el carril contrario. Pero la respuesta fue el silencio. La razón de fondo, según se supo, era que así los radares de tramo funcionaban con mayor precisión. No por seguridad, sino por control. Verdaderamente lamentable.
Y lo más grave: los datos muestran que los accidentes mortales en adelantamientos han aumentado un 54%. ¿Y la reacción? Ninguna. Como si nada hubiera pasado.
Quienes ya hemos recorrido muchos kilómetros —en la carretera y en la vida— sabemos que no se puede gobernar de espaldas a la realidad. Que la experiencia, el sentido común y la empatía deberían pesar más que la frialdad de un algoritmo.
Sin embargo, sigue ocurriendo. ¿Podríamos concluir aduciendo que a pesar de lo que hemos avanzado en estos siglos, nos podemos llegar a encontrar el caso en que la precisión de los radares pueda llegar a ser una prioridad para los mandatarios actuales, en comparación con la seguridad y la vida de los conductores? Y esto es solo un grano de arena en la inmensidad del desierto.
Quienes ya hemos recorrido muchos kilómetros —en la carretera y en la vida— sabemos que no se puede gobernar de espaldas a la realidad.

Javier Bardón
Técnólogo, Escritor y Colaborador en soy50plus
Tras una carrera destacada en el dinámico mundo de la tecnología, formando parte de gigantes como DEC, Intel y Microsoft, así como llevar a cabo varios emprendimientos empresariales por cuenta propia, irrumpe recientemente con su primera novela, LAS TRES REVELACIONES, en el panorama literario, decidido a dejar una huella perdurable. Es un honor para Soy50plus contar con las colaboraciones de Javier.