El retraso de la edad de jubilación es uno de los temas que frecuentemente salen a debate en nuestros días. No sólo en España. Y, lógicamente, es uno de los que más nos interesan y preocupan a los 50plus.

Por un lado, está la necesidad de mantener la solvencia de los sistemas públicos de pensiones. Por otro, la mayor longevidad y, al mismo tiempo, la cada vez mejor forma física y mental con la que mucha gente llega a las edades susceptibles de jubilarse. Y, por otro, el legítimo interés de esas mismas personas en dejar de trabajar cuanto antes, o al menos cuando les toca, y disfrutar plenamente de su pensión durante cuantos más años sea posible.

En cualquier caso, los movimientos para retrasar la edad de jubilación son los que van ganando terreno. Lo hemos visto recientemente en Francia y se van viendo, paulatinamente, en España. Lo que no se ha tenido mucho en cuenta hasta ahora son los efectos que trabajar más años y a ciertas edades puede tener en nuestra salud.

Esta semana, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) ha dado un primer ligero aviso. En un estudio realizado por expertos de diferentes universidades, se investigan los efectos de las reformas del sistema de pensiones sobre la edad de salida del mercado de trabajo y, en consecuencia, sobre la mortalidad en edades cercanas a la jubilación.

Y, según anuncian, los resultados muestran que retrasar un año la salida del mercado laboral aumenta significativamente el riesgo de morir entre los 60 y los 69 años.

Puntualiza Fedea que este riesgo se concentra especialmente en sectores donde los trabajos son físicamente más exigentes, así como las que conllevan un nivel de estrés emocional y mental.

Además, los investigadores apuntan que el supuesto ahorro que el Estado obtendría retrasando la jubilación puede ser cuestionable. Calculan que, si un trabajador muere 0,46 años antes, la pérdida social se evalúa en 8.564 euros. En cambio, retrasar la salida del mercado laboral supone para la Seguridad Social una ganancia de 5.213 euros si se suma lo que aporta el trabajador al sistema de pensiones y lo que se ahorra la Administración por pagar la pensión más tarde.

Concluye Fedea que “sería necesario diseñar con cuidado los detalles de las políticas de jubilación, atendiendo a sus posibles efectos sobre la salud de los de trabajadores”. Y, en particular, “tener en cuenta el grado de exigencia física, emocional y mental de las distintas ocupaciones a la hora de fijar las edades mínimas y legales de jubilación”. En definitiva, las jubilaciones no pueden ser iguales para todos.

Puedes ver la nota de prensa de Fedea sobre el estudio.