Quién no ha dicho alguna vez antes de dormir: “cuéntame un cuento”
No todos los grandes escritores han probado a escribir cuentos, pero sí muchos. Otros se han especializado, como Chejov, que combinaba su producción teatral con pequeñas historias que abandonaban la elegancia de la burguesía para retratar la situación miserable de muchos campesinos rusos. Lumen tiene una edición perfecta de sus Cuentos Completos. En nuestro país, Luis Mateo Diez, quien, a pesar de sus excelentes novelas, ha dado lo mejor, en mi opinión, en sus cuentos, inolvidables sus colecciones de historias de Celama, ese territorio que puede ser cualquiera de la España rural, con su propia mitología y su textura a lo añejo. Todavía no entiendo cómo La ruina del cielo no está considerado un clásico.
Pero si hablamos de escritores especializados en el relato corto, no nos podemos olvidar de dos autoras.
La más conocida, Alice Munro, la canadiense a la que concedieron el Nobel de Literatura hace unos años, precisamente destacando esta especialidad. Sus colecciones hablan de la oscuridad de la vida cotidiana, cómo detrás de cada ser solitario se esconden aspiraciones no cumplidas, porque la vida siempre te lleva a otro lugar que el que pensabas y, aunque el nuevo destino sea mejor, a sus personajes siempre les quedará un poso de ansiedad y tristeza. Sus cuadros nunca son felices, pero siempre regala una visión privilegiada de la vida.
La otra, Lucía Berlín, ya había fallecido cuando hace unos años se resucitó su obra, y todos nos sorprendimos con Manual para señoras de la limpieza. Descubrimos a una de esas mujeres que devoran la vida y se dejan devorar por ella. Mujeres libres golpeadas por su libertad, pero dispuestas a no ceder nunca. Porque está claro que ella es la protagonista de esta colección de unas cincuenta historias que transcurren en territorios fronterizos y en los que se habla de pérdidas, de alcoholismo y de un dolor que nunca se convierte en sufrimiento.
El relato exige precisión, dejar de lado todo lo superfluo y hacer el esfuerzo de emocionar, conmover o inquietar con lo justo. Yo lo he intentado con mi segundo libro, Memoria y la ciudad con mar (ver en Amazon), y os aseguro que es difícil. Por eso todos los que lo consiguen me parecen maestros.
Y, por supuesto, nos llevan a los inicios de la vida de cualquier lector. Quién no ha pedido alguna vez a sus padres, antes de dormir: “por favor, cuéntame un cuento”.
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