
Voy a utilizar en esta entrada una película, Tiempo Compartido, de Olivier Assayas, que poco después de su estreno está ya en plataformas, debido fundamentalmente a su poco éxito de crítica y público ¿A que empiezo bien? Tengo mis razones:
La cinta sitúa a dos hermanos adultos y sus parejas en la casa de campo de familia donde pasaron toda su infancia. Es el lugar que han elegido para confinarse en tiempos del covid. Y ahí, tendrán que habitar un espacio entre el presente y la memoria, los recuerdos y el miedo a un futuro que se ha convertido en incierto.
Me gusta en general su ligereza. Es muy francesa y eso quiere decir que se habla mucho. El escenario es encantador, la casa, la campiña. A aquellos que tenemos hermanos nos resultará imposible no identificarnos con alguna de las situaciones que cuenta.
Pero, sobre todo, me abrazo a esa sensación de tiempo detenido que se nos ha olvidado, a fin de cuentas, la memoria es selectiva, esos meses que tuvimos que poner nuestra vida en pausa sosteniéndola con teatralizaciones de trabajo muchas veces sin destino. Tiempo que nos dio la oportunidad de reflexionar ajenos al movimiento cotidiano de las vidas que generalmente lo impide. Y quizás en esa reflexión, la memoria tenía mucho que decir. ¿Quiénes fuimos y quiénes somos?
Es una película agradable y melancólica, triste porque lo eran las circunstancias, pero ofrece otra perspectiva, evitando el dramatismo de la primera línea.
Sin duda esos tiempos nos cambiaron. Nos hicieron más fuertes o más prudentes, más valientes o más comprometidos, más tristes o más conformistas. Pero quizás Assayas nos recuerde que somos fruto de una estirpe y que cruzar la vida es enfrentarse a tormentas más o menos inesperadas que no por eso nos impedirán ser seres humanos con alma.
Más sobre cine AQUÍ
Espero que, poco a poco, podamos recordar aquellos tiempos sin tanto dolor y tanta rabia. Como un acontecimiento incorporado al tiempo que nos ha tocado vivir. Una vez más, desde la reflexión.