Siempre tuve la duda de si con el auge del cine de autor y el descubrimiento de nuevas filmografías, nos estábamos olvidando del cine espectáculo. Ese que fue el primero en llevarnos a las salas cuando éramos pequeños y empezábamos a disfrutar de esto. Incluso en algunos casos se ha incorporado cierto rechazo. Qué injusto.
Sin duda el cine puede ser un lugar para pensar, para generar debate o para disfrutar de propuestas artísticas de vanguardia. Pero también un lugar donde pasar dos horas en otro planeta sin preocuparnos de lo que realmente ocurre a nuestro alrededor.
Pero, además, el cine de acción tiene un efecto saludable, y es que te permite quemar adrenalina sin moverte del sillón. Este verano, he tenido la suerte de disfrutar, sin complejos, de dos ejemplos supremos de ese tipo de derroche.
Por un lado, John Wick 4 (no he visto ninguna de las anteriores), y más tarde Misión Imposible- Sentencia Mortal (no sé el número que ocupa en la saga).
Ambas son estéticamente sofisticadas (la primera más que la segunda), generosas en coreografías, sorprendentes hasta la extenuación, capaces de atrapar nuestra atención durante casi ciento ochenta minutos. Capaces en definitiva de rescatar a ese niño para el cual sentarse en una sala oscura frente a una gran pantalla era sinónimo de magia.
Además, en las dos recorremos escenarios legendarios y exóticos, así como algunas de las principales capitales mundiales. Si recuperásemos la ingenuidad de entonces y su capacidad para disfrutar sin miedo, no sólo del cine sino de muchas cosas más, estoy seguro de que nuestras vidas serían mejores.
Como primer paso, mi consejo: disfrutad de estas montañas rusas, hacedlo con palomitas y muchas ganas, y contadlo después sin ningún tipo de complejos. Y no olvidéis que el intelecto también necesita unas vacaciones de vez en cuando.
Ya veréis como rejuvenece.
Más sobre cine AQUÍ
El cine de acción tiene un efecto saludable, y es que permite quemar adrenalina sin moverse del sillón. Además, consigue rescatar a ese niño para el que sentarse frente a una gran pantalla era sinónimo de magia.