
Formo parte del colectivo de adultos que cada septiembre vuelve al colegio, literal. Es cierto que atravieso sus puertas tan solo unos minutos, lo justo y necesario, pero es que, tal y como están las cosas, ¿quién es capaz de negarse a arrimar el hombro cuando un hijo te pide ayuda?
Primero fue solo Hugo, pero lo de criar a un hijo solo no les parecía bien a los padres de la criatura (criterio que comparto, aunque de vez en cuando me arrepienta) y, de pronto, vimos cumplida la maldición de mi padre que en cuanto se enteraba de que alguna mujer de la familia estaba embarazada vaticinaba: serán dos. Esta vez acertó y llegaron Mateo y Martín. Ya sé, es un poco trabalenguas y podían haber buscado nombres que fueran un poco diferentes, pero cuando supieron que eran dos decidieron que cada uno elegiría el nombre de uno. Los escribieron en un papel que se guardó hasta el nacimiento y este fue el resultado, claro que hubiera sido peor de haber elegido los dos el mismo nombre.
Conocí una vez a unos gemelos que atendían a los nombres de Jacobo y Jaime lo que supone rizar el rizo: eran idénticos, o casi, y como es lógico compartían fecha de nacimiento y apellidos, pero ellos, además, añadían la misma J a sus iniciales y celebraban su onomástica el 25 de julio, Santiago. Suena gracioso, pero con el paso del tiempo puede que los niños acabaran un poco hasta la nariz de tanto compartir. Me estoy yendo por las ramas.
A mí también me hace ilusión volver al colegio. Después del parón veraniego está genial quedar a desayunar con las compañeras de fatigas que, como yo, ejercen de abuelas con el mayor de los orgullos. Hemos creado un grupo fantástico que lo mismo hablamos de libros, de la compra o de inversiones en bolsa porque, seremos mayores, pero no estamos caducas. Tan bien se nos debe ver que hemos incorporado al grupo a alguna madre ejerciente. Bienvenida, juventud.
También somos un grupo de apoyo. De acuerdo con nuestros hijos hemos entregado autorizaciones a los diferentes tutores para que cualquiera de nosotras pueda recoger a los nietos de las demás. Ahora ya no es como antes, que estabas vendido, y es que en esto los teléfonos móviles han resultado una gran ayuda. No llegas, mensaje al canto: “Carmen, por favor, ¿puedes hacerte cargo de mis nietos? Confirmarme si me esperas en el colegio o dime por dónde quieres que pase a recogerlos. Me demoro mínimo media hora”. Y listo, problema solucionado. Eso sí, procura pedir el favor a la abuela de los amigos de tus nietos para evitar malas caras al llegar.
El caso es que este año la vuelta al cole me produce además un cierto cosquilleo en el estómago.
Durante el curso pasado, me cruzaba de vez en cuando en el patio con un hombre que llamaba poderosamente mi atención. No puedo decir por qué. De hecho, pregunté a mis compañeras por si alguna le conocía y no solo no le conocían, sino que en su opinión aquel señor era más bien del montón. No para mí. Había algo en sus movimientos, en su figura, en su voz, que me atrapaba en cuanto lo tenía cerca.
El caso es que algo debe haber cambiado en la situación de su niño (se ocupa solo de uno, al menos que yo haya visto) con respecto a los míos porque lo que antes era un “de vez en cuando” se ha convertido en un “a diario”. Coincidimos a la entrada y nos volvemos a ver a la salida. Ahora ya solo falta que un día de estos me atreva a saludar.
La cuestión es que me da un poco de miedo romper esta fantasía que hace que sonría durante todo el camino al colegio porque
- Puede que no sea permeable a mi saludo y conteste por simple cortesía (jarro de agua fría).
- Puede que su presencia me atraiga, pero su carácter sea para darle de comer aparte (tiempo desperdiciado).
- Puede que su apariencia sea de abuelo, pero en realidad sea el padre de la criatura. Esto es algo cada vez más frecuente, que no digo yo que esté mal, pero, así como es bastante habitual encontrar hombres maduros con mujeres mucho más jóvenes, el caso contrario es difícil de encontrar. ¡Ya me gustaría! A mí y creo que a casi todas las mujeres del grupo. Claro que lo de darles hijos a nuestra edad es algo bastante complicado… (tierra, trágame).
Por otra parte, ¿cómo es esto de que si quiero peces tengo que mojarme o quien no se arriesga, no cruza la mar?
Acabo de decidir que le saludaré en cuanto la ocasión sea propicia, sin entrarle como entraría un elefante en una cacharrería, pero dejando entrever gran parte de mis encantos. Puede que pase todo, puede que no pase nada, o puede que simplemente se incorpore a alguno de nuestros desayunos, que estamos deseando abrir nuestro círculo al bando contrario.
Formo parte del colectivo de adultos que cada septiembre vuelve al colegio, literal.

María Victoria de Rojas
Asesora y Colaboradora en soy50plus
Ha sido directora de la revista Ejecutivos y actualmente “sigue alcanzando metas” , tal y como cuenta ella misma. Como escritora, ya lleva 3 libros publicados y es coach, speaker y editora del blog femeninoyplural.com. Es un honor para soy50plus contar con las colaboraciones de María Victoria dentro de CALMA.