‘Fui a Comala porque me dijeron que allí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo’.

Esa frase abre una novela breve que para mí es un monumento literario. Así comienza también esta película.

No es fácil adaptar una obra tan literaria de la que creo que cualquier lector que la conozca tiene su propia mitología, una narración cuyos protagonistas están muertos y cuyos diálogos se componen de susurros que llegan no se sabe de dónde. Lo cierto es que, cuando Netflix anunció la película, la reacción más abundante fue la prevención

Sin embargo, su director se enfrenta al material narrativo con seguridad. También con una mirada clásica y mucho respeto.

Nos cuenta la historia sin evitar la perspectiva espiritual del original, pero, sobre todo, pone su fuerza en la historia del pasado de Pedro Páramo y de Comala. Lo hace con un punto de distancia sin por ello perder peso, ni dificultar su comprensión. Eso sí, el juego con los tiempos y eficaces recursos narrativos, consiguen transmitir la sensación de que estamos dentro de una burbuja donde todo sucede en una amalgama de planos. Como el hijo que buscaba a su padre, estamos perdidos y atrapados en un pueblo de cenizas.

Así, lo que contaba Rulfo nos llega de una forma clara en toda su dureza. El retrato de esos terratenientes, esos hombres fuertes dueños del mundo y sus habitantes, del que tomaban todo lo que deseaban sin ningún límite. Capaces de crear ciudades y de llevarlas a la ruina. Hombres enfermos, empapados de soberbia y de pecado. Titanes y demonios. Pedro Páramo es el paradigma.

Lo que más tenemos que agradecer a Prieto es no haberse dejado llevar por el exceso de querer empapar la pantalla de un aparente realismo mágico. Todo lo que ocurre está al servicio de lo que se nos cuenta. Y la caligrafía es hermosa al tiempo que tiene la fuerza que necesita.

El resultado de este empeño valiente se puede aplaudir. No, no esperemos el impacto de la novela, eso era un objetivo imposible. Pero eso no la descalifica para ser una muy buena propuesta. Sin complejos.

Y si aún no han leído Pedro Páramo, ¿a qué están esperando?

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