Pues sí, hay personajes icónicos que pensamos que vivirán para siempre, y sin embargo, todos terminan marchándose, algunos, como Jean-Luc Godard, por decisión propia. Pero es imposible pensar en el cine sin este creador que, con mejor o peor acierto, siempre nos ofreció algo diferente e inesperado. Él es posiblemente uno de los tantos artífices que ha hecho del cine francés una simbiosis perfecta entre cultura e industria, entre búsqueda y constatación.
En su honor, un poco de cine francés (va por Godard), comentemos algunos de los últimos estrenos galos que más me han gustado:
He oído muchas veces que en el cine francés se habla mucho. Por eso de llevar la contraria, empiezo por una película donde, al contrario, se habla poco. Gargarine, de Fanny Liatard y Jérémy Trouilhnos, cuenta cómo un edificio de pisos en una barriada humilde puede llegar a convertirse en una nave espacial. Un cuento precioso y triste, con algo de mágico para recordarnos lo importante que es soñar.
La segunda de hoy, Arthur Rambo, de Laurence Canet, es un exponente de esas ocasiones en que el cine francés se pega a la realidad. Aquí hablamos de las redes sociales, su influencia en nuestro día a día y su capacidad para convertir una vida exitosa en un fracaso, o al revés. Una bofetada de realidad muy interesante, contada con un montaje acorde con sus contenidos.
Y dejo para el final la que más me gusta: París Distrito 13, de Jacques Audiard. Y aviso que aquí sí se habla y mucho. Un cruce de historias en la ciudad de la luz, contadas con la ligereza de una canción, en un blanco y negro precioso y empapadas de romanticismo. Un ejemplo de cine elegante donde lo clásico y lo actual se funden sin ningún problema para hablar, con aparente superficialidad, de algo tan complejo como las lecciones del corazón.
Cualquiera de estas tres tan diferentes películas son un buen ejemplo de buen cine. Probablemente ninguna nos sorprenda a los niveles que lo hacía el maestro, pero las tres son dignas herederas de unos genios que, por encima de todo, nos enseñaron a amar el cine como ellos lo amaban.
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En honor de Jean-Luc Godard, destacamos estas tres películas francesas, dignas herederas de los maestros galos y de un cine que consiguió una simbiosis perfecta entre cultura e industria, entre búsqueda y constatación