Cuando Fernando Aramburu publicó Patria, posiblemente la gran novela sobre lo que ha vivido el País Vasco en décadas pasadas, hubo todavía gente que se sorprendió: pensaban que lo que se veía en las noticias era poco más que una película. Sin embargo, la sorpresa de otros lectores llegaba por otra vía: por fin alguien se había atrevido a contar de forma universal el sufrimiento silencioso de mucha gente.

A estos últimos les faltaba conocer Los peces de la amargura, una colección de relatos anterior con la que el autor ya había decidido que se había terminado el tiempo del miedo, o al menos, de callárselo. Un libro tan necesario como logrado, cien por cien recomendable.

El camino cimentado por Patria continuó con Años lentos, otro precioso y triste homenaje a los perdedores.

Y ahora, ocupa un buen puesto en la lista de libros más vendidos Hijos de la fábula. De nuevo una sorpresa, aunque por diferentes razones: hablamos del País Vasco y alrededor de ETA. Los protagonistas son dos jóvenes recién incorporados a la lucha armada cuando el grupo terrorista decide dejar las armas. Pero aquí lo increíble es que esta vez Aramburu se ha decidido nada menos que por el humor, y esta es una novela divertida en la que Asier y Joseba se parecen extrañamente a el Gordo y el Flaco y sus hazañas, a las de un par de chapuzas.

Es cierto que en algún momento de su fácil lectura me asaltó la duda sobre lo correcto de reírse alrededor de esta parte de la historia, y es al terminar cuando comprendo que, en el fondo, este libro nos recuerda que este drama tuvo mucho de patético y que los causantes no merecen más.

Al margen de estos libros, Aramburu es un muy buen fabulador con otras obras diferentes que me encantan, como Los ojos cerrados, La Gran Marivian o Bami sin sombra. Pero además es un valiente, y hacía falta.

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