
Son varias las reflexiones con las que me quedo tras ver esta eficaz y emocionante película sobre una historia tristemente real.
La primera se refiere a la Historia. Hace unos meses, fui a ver ‘La Infiltrada’ con una de mis hijas, para enterarme de que, tanto ella como gran parte de sus amigos, se sorprendían al conocer que esto había pasado en nuestro país. Si esto ocurre en entornos cercanos, qué no pasará cuando son sucesos que han tenido lugar en otros continentes. En este sentido, ‘Aún estoy aquí’ nos recuerda la labor del cine como crónica y archivo. En los años setenta, existían en Latinoamérica dictaduras militares capaces de pisotear los derechos humanos y de utilizar para ello mecanismos de tortura física e intelectual sofisticados contra civiles indefensos.
La segunda reflexión es sobre las herramientas para la memoria. En ‘Aún estoy aquí’, tienen mucha relevancia las filmaciones y las fotografías. Eran una forma de no olvidar los rostros y los acontecimientos. Se guardaban, se volvía a ellas tiempo después. Era una forma de visitar de nuevo el pasado, y quizás descubrirlo. Ahora, la fotografía y la grabación son algo fácil e inmediato, con acceso instantáneo y universal. Y con ello han perdido su importancia y se han banalizado. Ya no sustentan el pasado, sino que se limitan a contar el presente convirtiéndolo en broma o sorpresa. Ya, el presente es lo único que existe.
Así, la historia de la familia de Rubens Paiva, un hombre bueno y comprometido, y su mujer y sus cinco hijos, se presenta como una narración clara y transparente que es, realmente, un ejercicio contra la memoria.
Lo importante no es recordar, sino no olvidar. Aquellos tiempos, para que alguien en el futuro recuerde los nuestros. Y no tanto para que la historia no se repita, sino porque entonces hubo hombres buenos, valientes y justos que entregaron sus vidas para cambiar las cosas. Ellos sí merecen ser recordados.
El cine, en ocasiones, es algo muy necesario.
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‘Aún estoy aquí’ nos demuestra la labor del cine como crónica y archivo. Lo importante no es recordar, sino no olvidar. Aquellos tiempos, para que alguien en el futuro recuerde los nuestros.