
Como cada mañana, fui al parque para cumplir con mi compromiso saludable de andar diariamente al menos durante una hora. Y como cada día que mis compromisos y el tiempo me lo permiten, me quedé sentada en el que casi considero como mi banco para disfrutar de dos de mis grandes pasiones: el sol y la lectura.
El caso es que, en lo más interesante del capítulo, tuve la mala fortuna de que unas voces airadas rompieran el hechizo y me devolvieran a la realidad. Levanté la vista y, al otro lado del paseo, en el banco que hacía de espejo al mío, una pareja discutía airadamente:
—¡No! ¡Es que no es esto ni lo que quiero ni lo que necesito! No es así como funcionan las cosas —decía ella.
—Pero, cariño, escúchame…
—¿Cariño? ¿Qué cariño? Nunca estás cuando tienes que estar. No te ocupas de las cosas de las que te tienes que ocupar. ¿Recuerdas que hace dos días habíamos quedado para cenar con mi hermana y el que dentro nada será su marido precisamente porque se casan y se van? ¿Te acuerdas? Y ¿qué pasó? Que el señorito en vez de venir envió un mensaje diciendo “no puedo ir a cenar, discúlpame con tu hermana, ya te contaré”. ¿Y has contado algo sobre los motivos de no aparecer? Si lo has hecho habrá sido a otra persona porque yo todavía estoy esperando…
—Si es que no dejas que me explique, no fui porque…
—Que no lo quiero saber —interrumpió—. Que me da igual. No es la primera vez y mucho me temo que no sería la última, así que ¡hasta aquí! ¡Se acabó! ¿Sabes qué te digo? Que por una vez voy a ser original, tanto que dices por ahí que soy una sosa: este san Valentín en vez de celebrar que he encontrado el amor, voy a celebrar que he encontrado las fuerzas para mandarlo a la porra. Ahí te quedas. ¡Ah! Y las flores te las metes…
Se levantó bruscamente, le tiró el ramo de flores a la cara, se dio media vuelta y se marchó con paso decidido y la pose altiva, aferrada al bolso como buscando la fuerza necesaria para no dar media vuelta y sucumbir.
El chico se levantó despacio y comenzó su marcha en sentido contrario. Al pasar junto a la papelera dejó caer el ramo y metió las manos en los bolsillos del abrigo. Caminaba encorvado como si sintiera que una mano negra había venido a descolocarle las piezas de su puzle.
Sentí algo de pena. No me gusta que la gente sufra y aquello no había sido precisamente una celebración. También sentí pena por las flores y tentada estuve de levantarme a rescatarlas. Me las hubiera regalado a mí misma, total, soy la persona que más me quiere en este mundo.
No me dio tiempo. Don José, que también había visto la maniobra del chico, aceleró el paso y recogió las flores. Alisó el papel, retiró un capullo roto, tres hojas y apoyó el ramo en el brazo con la mayor de las ilusiones porque, momentos antes, había visto doblar la esquina a doña Carmen.
José y Carmen eran don ancianos del barrio con los que, en alguna ocasión, había compartido café y conversación. Viudos los dos, convivían cada uno con sus hijos y se encontraban en el parque para compartir un rato de paseo, de sol, de recuerdos de días mejores y, de vez en cuando, si sus exiguas pensiones se lo permitían, un café en invierno o un vermut o limonada en verano.
—Buenos días, Carmen —saludó don José—. Feliz san Valentín —le dijo mientras le tendía el ramo de flores.
—¡Ay, José! ¡Feliz día! —a Carmen le temblaba la voz. Se acercó a José, le dio un beso en la mejilla, se cogió de su brazo y echaron los dos a andar mientras Carmen apoyaba en su hombro la cabeza y se apretaba a su vera como si volviera a tener veinte años y conociera el amor por primera vez.
Seguro que en sus cabezas, como en la mía, resonaba aquella canción: “Hoy es el día de los enamorados y solo lo que importa es el querer…”
Sentí algo de pena. No me gusta que la gente sufra y aquello no había sido precisamente una celebración. También sentí pena por las flores y tentada estuve de levantarme a rescatarlas. Me las hubiera regalado a mí misma, total, soy la persona que más me quiere en este mundo.

María Victoria de Rojas
Asesora y Colaboradora en soy50plus
Ha sido directora de la revista Ejecutivos y actualmente “sigue alcanzando metas” , tal y como cuenta ella misma. Como escritora, ya lleva 3 libros publicados y es coach, speaker y editora del blog femeninoyplural.com. Es un honor para soy50plus contar con las colaboraciones de María Victoria dentro de CALMA.